Ayer, fué un día en el que dos personas, conocidas por mi mujer murieron.
La primera fué un alumno e hijo de un profesor del instituto en el que da clase, un chico de 18 años. Fué un accidente de moto, en el que incluso llevando puesto casco no le sirvió de nada. Por lo visto tropezó con algo en la calzada y fué catapultado hacia delante, al carril contrario, donde un todoterreno le embistió, con la mala suerte de que toda la fuerza del impacto se dió en la cabeza.
Y la segunda fué el profesor de Italiano, un señor de 41 años, periodista y profesor, al que de repente le dió un infarto. Ha dejado a su mujer y dos hijas de pequeñas sólas.
Da mucha pena quien se vá, pero el verdadero problema lo tiene quien se queda.
Fuimos al tanatorio de la M-30 para ver al compañero de mi mujer, y todo aquello es muy triste, entiendo que casi se reventara la mano dando puñetazos contra la pared cuando se enteró de la noticia. Estaba como ido, y su mujer sedada.
Espero que poco a poco lo vaya superando, pues me pareció muy buena persona, y que con el tiempo, aunque hay cosas que no se curan, la herida al menos cicatrice un poco.
De todo esto, y tras el mal cuerpo que se te queda, piensas que si la vida dura tan poco, ¿Por qué hay que pasarlo mal por tantas pequeñas cosas?.
Todo esto reafirma mi decisión de disfrutar de cada momento, y dejar las cosas chungas y lo que te hace daño de lado, intentar arreglarlo hasta donde se pueda, que no te puedan decir que por tu parte no se ha hecho nada y quedarte con la conciencia tranquila, que nunca se sabe cuando se te van a terminar los créditos y aquí no hay un "Insert Coin".
Rastreo de Zombies
Hace 4 años
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