31 de mayo de 2010

Arroz con Bogavante.

Viernes tarde. Supermercado. Mirando en la pescadería descubrí una oferta: Bogavantes, la unidad a 9€.
Y pensé en lo bueno que está el arroz con Bogavante (especialmente en un restaurante llamado
Compostela), y me dije: "¿Por qué no?". Compré uno que todavía estaba vivo (aunque moribundo), me lo envolvieron como si nada en un papel de pescaderia, y a la bolsa, sin ningún tipo de consideración.
Habiendo terminado la compra y de camino a casa, me planteé la triste y breve existencia del bicho que transportaba entre mis bolsas de compra: Había nacido y aumentado de tamaño para caer en alguna trampa de la que no supo salir, y de ahí transportado entre hielos a la pescadería, para ser manoseado y acabar tus días troceado entre granos de arroz.
Pese a estos pensamientos, sabía que me lo iba a comer. Era pura supervivencia (claro). Lo dejé en la nevera, en una cazuela con agua y sal. Mientras me documentaba en Internet, buscando las recetas que más se ajustasen a los ingredientes de que disponía. Descubrí cómo cortar el Bogavante... vivo. Uf...
Llega el sábado, al sacar el bogavante de la cazuela, descubro que, por suerte, ha dejado de moverse. Así llevaré mejor el momento en que tenga que separarle y cortarle la cabeza por la mitad.
Siguiendo el mix de recetas que encontré, el arroz salió sorprendentemente bueno. Bastante parecido en sabor al del
Compostela.

Lo que no sé, es si realmente merece la pena trocear a un bogavante vivo y cocinarlo o pagar porque te lo den todo listo para comer.

No hay comentarios: