
Pero dentro de las ojeras que me provocó el sueño y de que hoy me he dormido (sólo media hora tarde), aproveché y me fui al Retiro, a patinar. Llegué cuando todavía estaba amaneciendo el cielo de Madrid. Aparqué sin problemas de sitio, y entré en el Parque. Me calcé los patines, y el Retiro pasó a formar parte de mi propiedad durante al menos media hora, en la que me encontraba completamente sólo a excepción de algún jardinero vestido de amarillo chillón. Pasado ese tiempo comenzaban a aparecer corredores, y algún que otro ciclista madrugador.
Al final estuve, sin darme cuenta, unas dos horas patinando. La única pega reseñable es que el asfalto no está demasiado bien cuidado, lo que implica que las ruedas nos transmiten todas las pequeñas irregularidades del suelo... Habrá que repetir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario