Aproveché, antes de acostarme, para reparar los patines, perjudicados por mi último trayecto madrileño. Con cinta americana, reforze los rasponazos de la puntera de las botas, y le cambié los tacos de freno por otros nuevos, que dejé más altos que los antiguos para evitar que se repitiera el incidente. Una vez hecas ñas reparaciones y satisfecho con el resultado, me fuí a dormir. Pensando si sería buena idea madrugar para ir a la Casa de Campo a Patinar.
El domingo, me levanté en hora, desayuné y me fuí a la Casa de Campo, donde me puse los patines y fuí a la zona de inscripción. Era tremenda la cantidad de gente que se había reunido para el evento.
El domingo, me levanté en hora, desayuné y me fuí a la Casa de Campo, donde me puse los patines y fuí a la zona de inscripción. Era tremenda la cantidad de gente que se había reunido para el evento.
Una vez inscrito estuve esperando a que comenzara la carrera, y anda que no hay gente en el mundo como para encontrarme con una antigua compañera de trabajo. Con mi habitual asociabilidad intercambié unas diplomáticas palabras con ella mientras pensaba que la ruta empezaba con retraso. Entonces comenzó la ruta.
Comenzaba al lado del Lago, y trazaba un ocho por las carreteras de la C.de Campo. El asfalto en algunos tramos era un gusto de suavidad, pero en otros era un puto camino de cabras. Además, el día amaneció nublado y dejo algunos chubascos débiles en el camino, por lo que las ruedas se deslizaban lateralmente que daba gusto, de ahí la cantidad de caidas que encontré a mi paso.
La rutilla se me hizo corta, pero la experiencia mereció la pena. Es un enorme placer deslizarte a toda velocidad, con el viento en la cara, entre árboles, acompañado sólo por el ruido de tus ruedas con el asfalto y con tus pensamientos :)
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